El conflicto puede entenderse desde una visión positiva y negativa, según como se responda al
origen de los mismos. De esta manera, se define el conflicto desde dos aspectos:

La comprensión negativa del conflicto entiende al ser humano como agresivo por naturaleza, ubicando su motivación en defender sus propios recursos, por ello resulta inevitable la presencia de los conflictos ya que están delimitados por el poder ( Burton, 1990, citado por Paris 2005) y la oposición entre ideas, emociones o tensiones en desacuerdo (Dagobert, 1998, citado por Paris, 2005), de esta manera las partes en conflicto perciben que sus objetivos son incompatibles y el otro les impide alcanzar sus objetivos (Borisoff y Victor, 1991, citado por Paris 2005).

Por su parte, la compresión positiva del conflicto ubica como origen la no satisfacción de las necesidades humanas básicas, a pesar de ello estas no se satisfacen a través de procedimientos violentos, situación que permite un mayor reconocimiento del otro (Burton, 1990, citado por Paris 2005), permite el cambio como sociedad, se convierte en una oportunidad para aprender y entender la diversidad y diferencia, desde la cooperación y solidaridad (Cascón-Soriano, 2001, citado por Paris, 2005). Sin embargo, esto no evita la presencia de sufrimientos, malestar e injusticias.